viernes, 26 de octubre de 2012

Oigan, partidos políticos: la sociedad sí existe


Margaret Thatcher, 1987: "... mucha gente se ha inclinado a creer que si tiene un problema, es responsabilidad del gobierno atenderlo y resolverlo... Están transfiriendo sus problemas a la sociedad. Y, ustedes saben que la sociedad no existe (there is no such thing as society). Existen individuos, hombres y mujeres, y sus familias."  Con esta frase, Margaret Thatcher decretó la abolición de la sociedad y estableció el imperio del individuo racional para limitar al Estado. El contexto, no lo olvidemos, era la esclerosis y decadencia económica británica y el desafío de los sindicatos del carbón. Gran Bretaña era el old sick man de Europa. Notablemente, Thatcher fusionó su visión neo-liberal e individualista  con un nuevo nacionalismo que recelaba de la integración con Europa, y que no dudó en avasallar militarmente a la Argentina en el conflicto por las Malvinas/Falklands. Tenía como sustento académico a economistas libertarios (fresh water economists) encabezados desde Chicago por su Premio Nobel Milton Friedman,  tocados por la fama al postular un estado mínimo, racionalidad de expectativas económicas, disciplina monetaria, y máxima apertura al mercado, como solución a la crisis de inflación y estancamiento de los años setentas. En la dicotomía Estado/mercado, Thatcher se decantó tajantemente por el segundo, mientras los antiguos laboristas, la socialdemocracia, y toda la izquierda, en distinta medida, lo hacían por el primero. La ideología y la política se movían sólo en ese plano, definido en un eje por cuánto Estado, y en el otro por cuánto mercado. La sociedad civil no existía.
Después, las cosas cambiaron, la sociedad resucitó e irrumpió en los procesos políticos como sociedad civil, en forma de conjuntos de individuos organizados para emprender acciones colectivas en favor de bienes públicos, para comunicar y argumentar en la arena pública, y fortalecer una democracia deliberativa. De hecho introdujo una nueva dimensión en el antiguo plano Estado/mercado, para abrir un espacio tridimensional Estado-mercado-sociedad civil, en el cual empezaron a definirse las ideologías y los partidos políticos en Europa. La sociedad reapareció en el nuevo laborismo Blair-Giddens, al transferirle responsabilidades desde el Estado de Bienestar a partir de un ideal de solidaridad en la comunidad nacional. En el pensamiento conservador británico (Big Society) de Cameron, las comunidades capaces de autodeterminación también emprenden nuevas formas asociativas para ofrecer servicios púbicos, limitan al Estado, y redistribuyen el poder desde el gobierno a la sociedad. En la nueva izquierda radical europea (verdes alemanes) la sociedad civil es el motor de una democracia multicultural. En la extrema derecha  se politiza a la sociedad civil como portadora de identidades colectivas nacionales (Frente Nacional de Francia). Curiosamente, esta idea de las extremas derechas europeas empata con la exaltación de las identidades comunitarias étnicas/indígenas que llevan a cabo ciertas izquierdas en México y América Latina; el beso eterno entre los extremos. 
No sólo la sociedad civil ha creado ese espacio tridimensional en la ideología partidaria, sino que ha sido vehículo de nuevos temas e ideas que han revitalizado el debate público, como el medio ambiente, derechos de minorías, seguridad, energías renovables, transparencia, rendición de cuentas en el gasto público, y educación, entre otros.
Desde luego, en México y en el mundo,  la irrupción de la sociedad civil en los procesos políticos se da en el conocido escenario de personificación de la política y su focalización en asuntos específicos,  volatilidad electoral (desalineación) y dilución de las lealtades de partido,  apertura de los procesos administrativos al escrutinio público, y uso creciente del sistema judicial por parte de los ciudadanos en asuntos de interés colectivo. Parece cada día más claro que la sociedad civil podrá ser un factor clave para superar la  crisis de legitimidad de los partidos políticos, y por tanto para el futuro de la democracia.  Sin embargo, en México, los partidos no han sabido aún incorporar y promover ideológica y políticamente a la sociedad civil, más allá de una retórica vaga  y ramplona de oportunismo electoral.


Los partidos deben resolver y aclarar cuál es su posición en un espacio tridimensional definido por el Estado, el mercado y la sociedad civil;  delinear las modalidades de interacción entre cada una de ellas, e incorporar una cartera de temas específicos de manera coherente con su particular modelo tridimensional. Se trata de una nueva producción de ideología como oferta moderna para el mercado electoral, como factor de cohesión interna en los partidos (y acaso de supervivencia),   de diferenciación entre ellos, y como elemento indispensable para elevar la precaria calidad de nuestra democracia.

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