viernes, 19 de octubre de 2012

La fealdad, un pasivo económico y urbano



Por encima de relativismos culturales e históricos, la belleza en la ciudad es algo que se percibe de inmediato, y tiene que ver con cierta armonía y calidad en el paisaje urbano,  con el aseo y pulcritud en su  espacio público, y con los valores escénicos de su entorno natural. La belleza es  gratificación para los sentidos  y una oportunidad de solaz individual y disfrute colectivo. Es eterna inclinación y búsqueda humana. En la ciudad, que es construcción clímax de convivencia social y desarrollo de capacidades productivas, la belleza es también un signo vital, y un elemento indisociable de la calidad de vida - y por tanto de la felicidad de sus habitantes. La belleza urbana es igualmente un estímulo muy poderoso de productividad, de identidad, y de compromiso y cohesión social; es uno de los activos intangibles más valiosos de una ciudad, y para las empresas que ahí se localizan. La belleza del paisaje urbano es un bien público por excelencia, cada vez más importante para la competitividad nacional y global  (Querétaro en México, y Londres son buenos ejemplos) y en consecuencia para el dinamismo económico y el empleo, y el nivel de ingreso de la población. La belleza de la ciudad tiene que ser asumida como objetivo expreso de política urbana.
Con algunas excepciones, las ciudades mexicanas, incluyendo a la ciudad de México, han perdido la belleza que se desprendía de sus patrones históricos de traza y arquitectura, han sido engullidas por la fealdad urbana.  Su desplante espacial ha pasado a ser caótico como resultado de diferentes factores. Uno tiene que ver con la pulverización parcelaria en los ejidos circundantes, y con la vivienda de cada campesino en su propia parcela por temor a perderla. En desorden, el esquema se repite ejido tras ejido en zonas de presión urbana, reproduciéndose construcciones atroces sobre las parcelas para albergar a los hijos de los campesinos o a otros ocupantes, sin orden ni concierto. Resultado: una gradual saturación  de tabicón gris y varillas desnudas oxidadas, coronadas con botellas de PET. El valle de Toluca y su excrecencia urbana es un ejemplo palmario. En países civilizados, los campesinos viven por lo general en un pueblo compacto y van a trabajar a sus tierras que están en "el campo"; ciudades, pueblos, campos y bosques están bien delimitados, no en México donde la interfaz rural-urbana es difusa.  Otro factor son las políticas de vivienda del INFONAVIT que han generado miles de palomares monotemáticos, desperdigados por cerros y milpas en la periferia de las ciudades. Uno más, es la ausencia  de visión o planeación, y de capacidad de regulación territorial por parte de municipios débiles y efímeros, y muchas veces corruptos (recordemos que la regulación territorial, constitucionalmente, compete sólo a los municipios, por más absurdo que esto sea).
Sobre este patrón espacial va prevaleciendo en numerosas ciudades, entre ellas la nuestra, una degradación insolente del espacio público: Ambulantaje que se apropia de todo el tejido conector de la ciudad con la tolerancia o connivencia de las autoridades; fetidez de  puestos callejeros de comida grasienta; marañas de cableado clandestino de quienes roban la electricidad en la vía pública; proliferación de anuncios espectaculares que secuestran la visual urbana; plazas invadidas por tendajones de facinerosos políticos que orinan, defecan y  pintarrajean (como en la Plaza de la República y el Monumento a la Revolución: http://gabrielquadri.blogspot.mx/2012/07/esto-es-yosoy132.html) bajo tutela gubernamental; basura ubicua en calles, plazas, jardines, camellones, y centros de transferencia modal de transporte; grafiti vandálico que trae decadencia y hostilidad en el ambiente urbano, e invita a la delincuencia; pavimentos fracturados y guarniciones erosionadas en banquetas y andadores; antros y comercios con fachadas desfiguradas de manera estridente y ofensiva; infames toldos comerciales sobre el paso peatonal en las calles; arroyos o ríos pestilentes (como el río Magdalena);  edificaciones abandonadas y objeto de depredación (como el cine Ópera, el Frontón México y muchos más); y, ausencia de arte urbano en diversas expresiones plásticas en el espacio público.
Todo esto último tiene tal vez hondas raíces idiosincráticas, tal vez tiene que ver con la pobreza,  tal vez resulta de nuestra históricamente reciente cultura como habitantes de ciudades, o de manera más simple, tal vez sólo es una falla estrepitosa de gobierno local, vacío de legalidad y estado de derecho, y  expresión de dejadez e indiferencia ciudadana. Lo que es claro, es que tiene que combatirse con firmeza como parte de una enérgica política de espacio público contra la fealdad y en favor de la belleza urbana.

1 comentario:

  1. y esas fotos están "bonitas" comparadas con otras zonas dentro del distrito federal... calles llenas de piedras, y no piedritas, rocas sacadas del pedregal para que la gente no se estacione, o banquetas adornadas con altares de las vírgenes o cualquier otro santo que hacen que la gente tenga que bajarse y camine por la calle, o casas sin pintar que a lo lejos se ven todas grises sin saber si es por el smog, por la suciedad de la zona o porque así es el color del cemento... o parques sin lámparas, que hacen tétrico un paseo después de las 7pm. me encanta el df, de repente ir a "turistear" una semana, pero hay cosas que no me gustan, y en vez de seguir llenando de pisos para que circulen los autos, se debería invertir en esto, arreglar calles ya existentes, por decir lo menos.

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