martes, 31 de julio de 2012

La revolución del gas y la transición energética


Se disipa cada día más el horizonte de  restricciones cuantitativas  de emisiones de carbono, como palanca para la transición energética. La falta de un acuerdo internacional que sustituya al Protocolo de Kioto, que para efectos prácticos fenece este 31 de diciembre, es terminante.  Difícilmente habrá un nuevo tratado multilateral de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero en los próximos años. Cualquiera que sea el resultado del proceso electoral en Estados Unidos, no se ve manera de que ese país asuma algún liderazgo en el tema; a la opinión pública  ha dejado de preocuparle. Allá, el populismo de derecha toca fondos cada vez más obscuros; ejemplo: el congreso de Carolina del Norte recientemente ¡prohibió! que en la nueva legislación de ordenamiento costero del estado se tome en cuenta la elevación (evidente y documentada) en el nivel del mar, que pone en riesgo propiedades, infraestructura y ecosistemas. Pero en un extremo insondable de cinismo, el gobierno norteamericano se apresta tomar ventaja del deshielo creciente en el Ártico, para nuevas exploraciones petroleras. Se prevé que hacia el 2040, en verano, el Ártico esté totalmente libre de hielo. Europa tiene cosas más urgentes de qué preocuparse ahora. Para China, ofrecer liderazgo en la lucha contra el calentamiento global no encaja por el momento en su visión estratégica de nueva potencia global. O sea; no está a la vista ningún nuevo tratado internacional vinculante.
La otra palanca para la transición energética, se había pensado, sería una escasez creciente de hidrocarburos, en la cual el fenómeno del peak oil (momento de producción máxima de petróleo, y descenso a partir de ahí), sería punto de inflexión.  A esto se añadirían la fragmentación regional de los mercados de gas natural por la dificultad y alto costo de licuarlo a bajísimas temperaturas y transportarlo en grandes navíos criogénicos a través del mar, y  la concentración de grandes yacimientos en pocos países (Rusia, Irán, Qatar). Hoy, el peak oil se aleja hasta un futuro remoto por el descubrimiento o puesta en explotación de yacimientos no convencionales (arenas bituminosas, aceite de esquistos o lutitas también llamado shale oil, acceso a yacimientos en aguas oceánicas ultra profundas por medio de nuevas tecnologías, apertura extensiva del Ártico a la exploración y explotación gracias al deshielo).
Por otro lado, en un vuelco casi sorpresivo en la historia del gas natural como energético primario, la tecnología de fractura hidráulica (fracking) de estratos de roca sedimentaria impregnados de gas (shale gas) a varios miles de metros de profundidad, ofrece reservas casi incalculables de ese energético (y también de petróleo - shale oil) en una gran diversidad de países. Ahora resulta que Estados Unidos, México, Argentina, China, Australia, Polonia, Alemania, Ucrania, Holanda y muchas naciones más encierran en las profundidades de su territorio una abundancia astronómica de gas, que se suma a depósitos aún más ricos de hidratos de metano en el lecho marino. De hecho, Estados Unidos, creador de la nueva tecnología de fracking, se ha convertido en una potencia productora de gas, al grado de que la abundancia ya ha provocado un derrumbe en los precios, de casi 13 dólares por millón de BTU (una unidad de cuenta energética) a cerca de 2 dólares. La fragmentación regional en los mercados internacionales a su vez se diluye, en la medida en que se reducen los costos de licuefacción, transporte y regasificación del gas natural, con lo que empieza a crearse un mercado global de este hidrocarburo como un commodity, al igual que el petróleo. El gas natural licuado ya se difunde como un combustible alternativo a la gasolina y al diesel en los vehículos automotores, al ser mucho más barato en varias regiones del planeta. Sin embargo, no es una gran noticia ambiental; aunque menos que la gasolina y el diesel, el gas natural también contamina e implica importantes emisiones de carbono.
Curiosamente, en México el gas es escaso y caro, dado que el monopolio PEMEX carece de interés y tecnología para desarrollar los nuevos recursos gasíferos. De lograrse una reforma energética verdadera  en el siguiente gobierno, nuestro país podría acceder también a esa bonanza, que repercutiría en menores costos y mayor competitividad para la industria, y costos más bajos de generación de electricidad (en plantas de gas de ciclo combinado). Por supuesto, la reforma y apertura plena de la producción y transporte de gas a la inversión privada tendría que ir acompañada de una rigurosa regulación ambiental que evitara la contaminación del agua subterránea, y  las emisiones de metano a la atmósfera. También, tendrían que buscarse fórmulas para beneficiar a los propietarios de la tierra y para asignar o re-asignar de manera equitativa y eficiente los derechos de acceso a recursos hídricos. Recuérdese que la tecnología de fracking requiere, además de arena y diversos polímeros y otros químicos, cantidades importantes de agua, cuestión álgida en zonas áridas de México;  aunque ahí el agua se desperdicia alegremente en actividades agropecuarias de gran ineficiencia.


En este escenario de orfandad en la lucha contra el cambio climático, y de abundancia gasífera...¿qué será de la transición energética? ¿cómo hacerla avanzar?

1 comentario:

  1. Cuando uno se pone a ver en serio, temas de sustentabilidad, en referencia con las naciones. Uno se da cuenta que es un cambio total en nuestra forma de pensar, en la forma de lo negocios y por ende de la economía, mientras la gente común y grandes corporativo no acepte dicha realidad, el cambio en la transición energética será lento hasta el momento que la propia naturaleza nos ponga el alto, ya que como sociedades, aparentemente, no estamos demostrarnos una actitud seria y comprometida con el planeta. Como diria Enrique Leff " La sustentabilidad viene decirnos que nuestra economía, junto con el razonamiento humano, son ecológicamente insustentables".

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