viernes, 1 de abril de 2011

CIUDADES Y CAMBIO EN POLÍTICAS DE VIVIENDA (I)

La urbanización del país es evidentemente caótica.  Aunque no se reconozca, y menos se asuma, las políticas de vivienda determinan esta dinámica. Hacer vivienda es hacer ciudad. Las ciudades crecen en los tiempos y formas que les dicta el sistema nacional de subsidios y financiamiento hipotecario a la vivienda. De hecho, a pesar de que está fuera del campo visual y de facultades expresas del sector vivienda, es el único instrumento real y operativo que tiene el gobierno federal en materia urbana. Lo ignoramos. Recordemos que desde décadas atrás, el Artículo 115 Constitucional cedió a los municipios todas las facultades relevantes de planeación y regulación en los usos del suelo. Así nos ha ido. Cada año se construyen más de un millón de viviendas en México, y se despliegan sobre el territorio en un patrón inteligible sólo con la lógica del suelo barato (ejidal), en un vacío regulatorio por la incapacidad y miopía de gobiernos locales (administraciones de sólo tres años), y prácticas arraigadas de clientelismo político y corrupción.
Primero se pueblan sitios inconexos formando un cuadro desordenado de parches  sobre el territorio, con viviendas impersonales sin espacios funcionales de convivencia y recreación. Después se introducen servicios, y el transporte público llega (si acaso) en condiciones  irregulares. El aislamiento obliga a desplazamientos de altísimo costo. Los gobiernos municipales son incapaces de solventar las carencias de esos tumores peri-urbanos.  Sin accesibilidad al espacio propiamente urbano, sin integración e identidad, y sin un tejido social vivo, los nuevos desarrollos de vivienda brotan y luego decaen como encierros pecuarios en medio del vacío, sin ciudad. Una cuarta parte de las viviendas vendidas a través de un crédito del INFONAVIT se encuentran abandonadas,  y 10 por ciento está en   avanzado deterioro, de acuerdo al Estudio Nacional de Vivienda Deshabitada publicado en diciembre del año pasado. Incluso, la delincuencia echa  raíces en ese espacio de incuria y degradación. Las viviendas valen menos que el crédito vigente. Se anticipa una crisis múltiple: hipotecaria, urbana, y social.
El abandono no sorprende, dado que  el costo del transporte a la ciudad es superior al pago de la hipoteca (con frecuencia, más del doble), además de la ínfima calidad de las viviendas y su entorno, de  la falta de servicios y de su mala ubicación. La lógica es impecable pero siniestra: el desarrollo de nuevas unidades habitacionales debe ser rentable, y las viviendas, deben ser accesibles para adquirientes de salarios bajos, lo que implica tierra barata, o sea, sin servicios y dislocada de la ciudad. Incluso, en el esquema vigente de consumidores cautivos de vivienda, muchos la compran sólo para ejercer su derecho en INFONAVIT, aunque no la ocupen. Tampoco nadie la quiere rentar. Prefieren habitar vivienda usada en zonas céntricas y accesibles.
De acuerdo al censo 2010 la población aumenta más de lo que pensábamos, a ritmos que evocan a países con menor desarrollo relativo. Algo falló, además de las proyecciones de los demógrafos: ausencia de política demográfica, una economía mediocre, pocos empleos para las mujeres, fecundidad aún alta y, población campesina que no encuentra suficientes polos de atracción en las ciudades. De cualquier forma,  la pirámide poblacional se achata en la base, se abulta en su parte media, y  se ensancha en la cúspide: menos niños relativamente, muchos jóvenes adultos, y cada vez más viejos. Las familias son más pequeñas, y las parejas  más fluidas y divisibles; los hogares se multiplican  con un menor número de integrantes. La clase media es mayoría, y tiene posibilidades y expectativas crecientes de consumo y calidad de vida. El censo 2010 apunta no a 130 millones de habitantes al 2050 (como creíamos), sino a 160 millones.
Todavía permanece en el medio rural cerca del 24% de la población, cifra muy alta que tendrá que irse abatiendo conforme avanza el desarrollo del país, tal vez, a menos del 10%. Para la tercera década del siglo, en México habrá casi 50 millones de hogares, y deberá de mantenerse o acrecentarse el ritmo  de un millón de viviendas construidas anualmente. Como vamos, sería suicida. ¿Qué hacer? ¿Cómo cambiar esta lógica? Discutámoslo en la próxima entrega.

4 comentarios:

  1. Gabriel, Me gusto bastante tu analisis,

    Curiosamente estaba buscando estudios economicos que comparen el costo de transporte y el costo de la vivienda, cuando encontre tu blog. Y digo curiosamente porque soy compàñero de la meastria de un Paulo a quien supongo conoces.

    pero el punto es, ¿podrias darme una pista de donde encontrar estos datos?

    "dado que el costo del transporte a la ciudad es superior al pago de la hipoteca (con frecuencia, más del doble)"


    Juan Sebastian Ramírez
    juan.ramirez@yale.edu

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    1. tal vez no soy muy experta, pero tengo entendido que lo referente al gasto que se hace en trasporte es difícil de conseguir pues para ello se debe hace una encuesta origen destino, las cuales generalmente no se hacen por el costo(ase poco se hizo una para la ZMCM paro no se si este publicada), sin embargo creo deberías considerar dentro de los costos del transporte los costos de oportunidades.

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  2. Excelente tu aportación Quadril. Estas elecciones son tu mejor escaparate para llamar a los mexicanos a la conciencia... adelante!!!
    Horacio Santos
    telovendogdl@gmail.com

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  3. ¿De qué manera tener una buena producción agrícola, cuidar ecosistemas y demás, si se pretende que casi toda la población habite en zonas urbanas?
    Espero una respuesta.

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